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Foto del escritorFemejj México

Ein Li Eretz Ajeret (No tengo otra tierra) - Aaron Policar

Era domingo 14 de abril de 2013. El clima era caluroso, un clima agradable en el norte de Israel. Estaba en lo que por unos meses llamé “mi casa” en el Kibutz Degania Alef, el primer kibutz en la historia del Sionismo. Tuve la oportunidad de vivir ahí mis últimos 3 meses durante mi hajshara, conocer personas del kibutz y en especial, a una señora con la que acostumbraba platicar de todo. Esta señora me contaba los chismes y las anécdotas del kibutz, así como me platicaba sobre su familia y siempre me decía que hiciera alia. Nos reíamos y platicábamos muy seguido. Dieron las 7:50 de la noche, cada centímetro del lugar estaba decorado y listo para recibir los días nacionales. Banderas de Israel en cada poste, telas azules y blancas cubrían las paredes de los edificios y todas las casas tenían por lo menos algún elemento de decoración alusivo a estos días. Caminamos hasta el auditorio del kibutz junto a todos los habitantes del lugar, algunos iban en parejas, en familias y algunos otros, caminaban solos y pensativos. Dieron las 8:00 pm y comenzó a sonar la sirena que da inicio a Yom Hazikaron. La piel se me erizó. De pronto, de un instante al otro, todo se congeló. Nadie se movía más que para prestar su hombro para alguien que lloraba o para buscar alguien en quien poder consolar su dolor. La gente cabizbaja, recordando a sus hijos, padres, amigos, hermanos; a nuestros hermanos. Era como si durante un minuto se detuviera la vida, prestándola a aquellos que ya no están entre nosotros. Terminó la sirena y todo volvió a su trayecto, la diferencia era que a partir de ese momento, la cara de las personas ya no era la misma, ya no veía sonrisas ni personas jugando, todo se tornó en un ambiente de luto, respeto, unión y solemnidad. Al terminar el tekes (la ceremonia) de recuerdo de todos los soldados caídos de ese kibutz, yo y los familiares de aquellas personas que estaban sentadas a mi lado, regresamos a casa. No se escuchaba ni una sola voz, pero se sentía en el ambiente la tristeza que inundaba a todos. A la mañana siguiente, 15 de abril de 2013, a las 11:00 am en punto, comenzó la ceremonia oficial en el cementerio militar ubicado en Dgania Alef, el segundo más grande de todo el país. La ceremonia fue muy solemne y protocolaria. Al terminar, los familiares de aquellos soldados caídos, comenzaron a acercarse a las tumbas de sus parientes o amistades. Decidí caminar por el lugar para observar un poco el fenómeno que estaba sucediendo: niños en las tumbas de sus padres, padres en las tumbas de sus hijos y de pronto la vi. La señora con la que solía platicar y reírme estaba postrada sobre la tumba de su hijo, jamás había sentido algo así. Sentí como un golpe de agua fría en el cuerpo, me estremecí, tuve escalofríos y se me enchinó la piel. No sabía qué hacer, no sabía si debía acercarme o no. Decidí no acercarme e irme del lugar. Todo el día tuve esa imagen en mi cabeza, no podía sacarla de ninguna manera. A las 6:00 pm nos informaron que debíamos prepararnos para los festejos de Yom Haatzmaut, vestirnos de azul y blanco y presentarnos a las 7:30 pm en el Jeder Ojel del lugar. Llegó la hora de comenzar los festejos, yo no podía cambiar mi estado de ánimo, no era algo normal haber vivido la escena de la mañana y ahora tener que sonreír y bailar,


estaba muy confundido. Al llegar al lugar del festejo, busqué por encima de la gente a mi amiga y no la vi por ninguna parte, asumí que ella tampoco podía estar tranquila con festejar después de la escena que vi unas cuantas horas antes en el cementerio.

Comenzó a llegar toda la gente del kibutz, vestidos de azul y blanco, con todo tipo de artículos que tenían la bandera de Israel, diademas, banderas, inflables y todo lo que puedan imaginar. Todos estaban muy alegres. La escena no se parecía en nada a lo que se vio veinticuatro horas antes. Prendieron la música, sacaron la comida y todos empezaron a festejar. Se hizo una rueda de personas cantando y bailando, de repente, sentí que alguien me jalaba al círculo para que me incluyera. Era mi amiga, la madre de aquel soldado caído por el que lloraba hacía solo 8 horas antes. Estaba radiante, feliz, cantando y bailando y no me pude controlar para preguntarle: Perdón… ¿Cómo puede ser que hace solo 8 horas estabas llorando sobre la tumba de tu hijo en el cementerio y ahorita estás cantando y bailando, festejando eufóricamente? Ella se detuvo un segundo, respiró y me dijo: Sabes... Mi hijo murió en el ejército. Mi hijo murió para defender nuestro estado, Medinat Israel, nuestra casa. Mi hijo murió para que todos nosotros podamos seguir festejando, año con año, que somos un país libre e independiente y que estamos aquí, en NUESTRO hogar. Si yo en este momento no estuviera disfrutando, festejando, bailando y cantando... la muerte de mi hijo hubiera sido en vano.


Cada año, el pueblo judío y el Estado de Israel, se toman un día para conmemorar a todos y cada uno de los soldados que han caído en guerras y operaciones en defensa de Israel y solo unas cuantas horas después, todos juntos, festejamos un año más de la existencia de Medinat Israel, nuestro hogar y solamente encuentro una explicación para esto: Yom Haatzmaut es el día más feliz para todos nosotros, nos permite festejar nuestra libertad, nuestra existencia, nuestra independencia y festejar a nuestro pueblo. Es un día donde reiteramos la famosa frase “Am Israel Jai”, pero no podemos dar por sentado este sentimiento, sin tomarnos un día para recordar a todos aquellos que dieron hasta su último aliento por cada uno de nosotros.


Hoy es Yom Haatzmaut, hoy festejamos 73 años desde que volvimos como pueblo a nuestro hogar. Hoy más que nunca podemos salir a la calle, con la cabeza en alto y gritar al aire, con todas nuestras fuerzas “Am Israel Jai”. Hoy, debemos festejar que tenemos una casa, un lugar seguro y un lugar en el que podemos vivir plenamente, como judíos, sin importar tu nivel religioso, tu procedencia o tu color de piel. Israel es el único lugar donde el pueblo judío puede crecer y fortalecerse. Israel es ese lugar al que todos los judíos pertenecemos, ese lugar donde el viernes a la noche cualquier persona te dirá shabat shalom y en januca verás una janukia prendida en las calles principales, ¡Igual a la que tú prendiste!.. Es ese lugar donde cualquier judío se siente identificado, donde nuestra historia cobra vida y tiene sentido.


¡Jag Haatzmaut Samej! 5 de Iyar de 5781




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