A veces es muy difícil explicar porqué siento lo que siento por Israel. Es difícil entender porque se me enchina la piel al cantar el hatikva, por que cada vez que llego me siento en casa y cada vez que me voy siento un nudo en la garganta.
Pero hoy, hoy es casi imposible explicar lo que siento al ver mi hogar, mi lugar favorito, pasando por una época tan difícil.
Vivimos una semana de escuchar historias, de ser testigos de una película de terror en la vida real. Una semana en donde aprendí que el dolor y la fuerza van de la mano. Que nada en el universo va a tirarnos y hacernos sentir menos. Pasamos de llorar escuchando historias a bailar con las personas que las vivieron. Pasamos de aplaudirle a soldados a abrazarlos porque juntos somos más fuertes. De usar collares diferentes a todos tener una placa que pide por la liberación de nuestros hermanos. De planear nuestras comidas en restaurantes a sacar la fruta de los árboles y armar asados para que nuestros héroes puedan comer y nuestra cosecha sobrevivir. De salir un sábado en la noche a bailar a ir a una manifestación para que liberen a los secuestrados. Pasamos de ser muchos judíos en el mundo a ser uno solo.
Este viaje me convertí en testigo de que el ser humano es capaz de lo peor… pero también de lo mejor. Me quedo grabado que lo más importante es romper las barreras y entender que juntos podemos lograr hasta lo que no imaginamos. Entendí que cada quien a su forma se puede poner su uniforme y luchar por nuestro país y que todo lo que hagas sea grande o chico sirve.
Hoy estoy comprometida a pasar las historias que tuve el privilegio de escuchar a todos los que me sea posible. Me comprometo a sentirme orgullosa de mi judaísmo siempre, de hacer lo que esté en mis manos para no ser indiferente con nadie, de mantenerme informada y de siempre ver para adelante.
Am Israel Jai 🇮🇱
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